¿De dónde viene la leyenda del Ratoncito Pérez?

  • Dr. Vicente R López Martín
¿De dónde viene la leyenda del Ratoncito Pérez?

Este personaje aparece en las vidas de nuestros peques cuando se les cae el primer diente de leche. La figura de este roedor les motiva para cuidar sus dientes y guardarlos a la espera de cambiarlos por un regalo. Hoy en el blog repasamos los orígenes de esta tradición.

Al parecer, sus orígenes se remontan a 1894, cuando Luis Coloma escribió un cuento a Alfonso XIII, que por entonces tenía tan solo 8 años y había empezado a perder sus primeros dientes de leche. El protagonista de ese cuento era el Ratón Pérez.

La tradición del Ratoncito Pérez se ha mantenido y extendido hasta nuestros días, de manera que actualmente se celebra en gran parte de los países de habla hispana, donde también es conocido como el Ratón de los Dientes.

El Ayuntamiento de Madrid rindió un homenaje a este ratoncito de leyenda instalando una placa conmemorativa en la calle del Arenal, número 8, de Madrid. Era el mismo lugar donde Luis Coloma situó la vivienda del roedor en su libro. A la placa le acompaña este texto: “Aquí vivía, en una caja de galletas, Ratón Pérez, según el cuento que el padre Coloma escribió para el niño Rey Alfonso XIII”.

Ahora son muchos los niños que le mandan cartas e incluso sus dientes a esa dirección. De esta forma se mantiene el objetivo de esta tradición: que los niños se sientan contentos frente a la pérdida de un diente porque a cambio recibirán un regalito, una moneda o una carta.

Y más allá del detalle que reciben tras cada caída, la figura del Ratoncito Pérez también busca motivar a los peques sobre la importancia de cuidar de sus dientes. De hecho, ahora es frecuente encontrar en muchos hogares pequeñas puertas mágicas a través de las cuáles el roedor puede entrar en la habitación del niño a recoger los dientes.

Y el famoso cuento del Ratoncito Pérez dice así:

Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad. Vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer.

Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vio un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí.

Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental.

A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón.

Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina... Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso.

Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él.

Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vio cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada.

Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande.

El doctor se lo quitó y se lo dio de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: 'Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente', pensó. Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar.

El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada.

Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo. A la mañana siguiente el niño vio el regalo y se puso contentísimo, y se lo contó a todos sus amigos del colegio.

Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN